CulToral

TIEMPO DE IRA Y MISERIA” – Capítulo 24– FIN

CulToral -AF2

image

Pasan los años y la vida en Toral, que en invierno continúa monótona y aburrida, cambia cuando llega el verano. Los hombres y mujeres que emigraron buscando trabajo en Alemania, Bélgica, Francia, Suiza, vuelven de vacaciones durante el verano. Todos son consultados por aquellos vecinos de los barrios de la Poza, el Pico Lugar, el Teso, el Ferradal y otros más que, hartos de pobreza, siguen en el pueblo intentando sobrevivir en medio de la miseria y el miedo soterrado que, veinte años después de la guerra civil, les sigue atenazando en silencio, sintiendo la angustia de saber que una tierra tan fértil como es el Bierzo no les permite llevar una vida digna en los tiempos que corren pero, a pesar de todo, siempre llegaba el verano y los emigrantes volvían de vacaciones, unos con dinero ahorrado, otros con coche y otros con las dos cosas. Los domingos, por la mañana, un tren, que salia de Ponferrada, llegaba a la estación de Toral cargado de turistas dispuestos a pasar el día a la sombra de los chopos que bordeaban el rio Burbia y al anochecer volvían a Ponferrada en el mismo tren.

Don Raúl tenia, en la parte baja de la casa en la que vivían él y su familia, una escuela privada donde iban a estudiar los que querian hacer el bachiller, para examinarse en el instituto Gil y Carrasco de Ponferrada.

Cuando Manuel cumplió los catorce años, en la casa de la familia de José Camuñas Potes y Adela Lama Vazquez, aumentaba al convencimiento de que la solución, para librarse de la penuria y emprender una nueva vida, estaba en marchar de Toral para establecerse en Barcelona.

– Manolo.

– ¿Qué quieres? _Manolo se giró hacia su amigo Laureano_

– ¿Vamos a la estación?

– ¿Para qué vamos a ir a la estación?

– Para ver los trenes que pasan.

– Vamos.

– Mira Manolo, allí mira allí _Laureano alargó el brazo señalando con la mano_ Mira, allí, aquel coche.

– ¡Jo! ¡Qué coche! Es muy grande, casi no cabe por la calle.

– Es un coche americano, como los que salen en las películas.

– Menudo “aiga” ¿De quien es?

– Lo trajo “Calalo” el chico aquel que trabajaba en la casa “Vila”. Dicen que emigró a Francia y volvio de vacaciones con ese “aiga” y una novia con mucho dinero.

– ¿Una novia con mucho dinero? _Manolo se volvio hacia su amigo_ ¿Tú como lo sabes?

– ¿Lo del “aiga”? Lo sé por que, algunas veces, él lo conduce por el pueblo.

– No, no me refiero al “aiga”. Me refiero a la novia con mucho dinero ¿Como lo sabes?

– Todos dicen que la tiene pero yo nunca la vi. De todas maneras, el coche es americano, de esos que salen en las películas. Esos coches tienen que ser muy caros.

El silbato, de la máquina del tren, se oyó lejano avisando de su pronta llegada a la estación de Toral

– ¡El tren, el tren! Ya se oye el tren, entremos en la estación que ya está a punto de llegar.

Los dos entraron hasta el andén donde estaban los vecinos de siempre esperando hasta que la máquina frenaba el tren, echando vapor de agua por los dos lados.

– No sé porqué se detiene, si hoy no baja nadie.

– ¡Síiíí! Mira, allí, allí. _Laureano señaló con el dedo a uno de los vagones_ De aquel vagón baja un guardia civil y le sigue un hombre con las manos atadas.

– ¡Hostia, tú! ¡Es verdad! Trae un prisionero.

– Detrás baja otro guardia civil. Siempre van dos.

Los dos guardias se colocaron uno a cada lado del preso, que caminaba un paso delantado, con las manos esposadas. Atravesaron la plaza de la estación y entraron en el “Bar Regueiro”

– Yo nunca ví un prisionero de verdad.

– Ni yo. Solo los ví en las películas del oeste, en el cine de Don Rogelio.

– Sí, pero éste es de verdad. Se le veia muy triste ¿Esperamos hasta que salgan?

– Sí, esperamos para volver a verlo.

Los clientes del “Bar Regueiro” entraban y salian hasta que, media hora después, se abrió la puerta y aparecieron los guardias civiles con el prisionero que llevaba las manos esposadas por delante. Manolo y Laureano quedaron quietos, en silencio, observando como los tres emprendieron la marcha, caminando carretera arriba, en dirección al cuertel de la guardia civil.

Terminó el verano y con ello las vacaciones de los emigrantes que volvieron a irse para continuar ganandose la vida con el trabajo que no habian conseguido en su tierra. Las escuelas nacionales recuperaron su actividad y los chicos del pueblo volvieron con los enseres escolares necesarios según el curso. Excepto que habian adelantado un curso, todo era una repetición del año anterior.

– ¡Oye! Manolo.

– ¿Qué quieres?

– ¿Vamos a coger nueces?

– ¿A donde?

– A la nogal que hay junto al pozo, cerca de tu casa.

– Sí, pero esa nogal es de Leandro. Si nos pilla robandole las nueces del árbol es capaz de matarnos.

– No seas cobarde _Laureano le empujó en el hombro_ Vamos.

– Mi padre me dijo que Leandro es el jefe de los falangistas y del somaten.

Los dos atravesaron la era, entre los pajares de hierba y de paja, hasta llegar a la parte alta del cercado de zarzas que rodeaba la huerta. Comenzaron a tirar piedras a las ramas del nogal para hacer caer las nueces. Entusiasmados abrieron los botones de sus camisas, donde meterian, y saltaron por encima del zarzal cayendo sobre algo que se movia.

– ¡Socorro! vecinos ¡Socorro! ¡Que me matan! ¡Que me matan! ¡Ayuda!

Laureano y Manolo vieron, aterrorizados, como de debajo de ellos dos salia un hombre con el pantalón por debajo de las rodillas y que, a trompicones, intentaba subirselo corriendo a zancadas, por entre los huertos, en dirección a las casas del pueblo.

– Joder, joder! _Manolo consiguio levantarse y se puso la mano en la frente para evitar el sol que le daba en la cara_ ¿Quien es?

– ¡Hostia, hostia! _Se lamentaba Laureano_ Es el señor Leandro, el dueño de la nogal y del huerto. Le caimos encima cuando estaba cagando y cogió tanto miedo que ahora corre como un loco sujetandose los pantalones por encima de las rodillas.

– ¡Socorro vecinos! ¡Vecinos socorro! ¡Ahhhh! ¡Me quieren matar!

– Está loco ¿Qué le pasa para que grite tanto?

– No lo sé. Salio corriendo como un loco y tropezó con el cigüeñal del pozo.

– ¡Hostia tú! Menos mal que no se cayó dentro del pozo. Con el miedo que lleva se habria ahogado.

Los dos amigos llenaron los bolsillos y las camisas con las nueces que encontraron entre la hierba y se encaminaron a casa comentando y riendose del susto que tuvieron al caer sobre Leandro y el miedo que le entró a él, para gritar tanto mientras escapaba.

– ¡Eh! Vosotros dos, venid aquí.

– ¡Hostia! Son tu madre y Olimpia, la vecina.

Adela, dejó de barrer la escalera y esperó a que se acercaran.

– ¿Se puede saber que le habeis hecho a Leandro, que pasó por aquí gritando como si hubiera visto un fantasma?

– Nada, no hicimos nada _Manolo puso la mano sobre la abultada camisa y sacó las nueces para dejarlas en una cesta_ Solo estábamos cogiendo nueces.

– Dime si le habeis hecho algo. Leandro es el jefe de los falangistas y tiene pistola.

– No mamá, no le hicimos nada. Tiramos piedras al nogal para que cayeran las nueces al suelo y luego saltamos, por encima de las zarzas de la pared de piedra, para cogerlas, y caimos encima de Leandro porque estaba agachado cagando y no le habiamos visto.

– Yo me voy _Laureano se aseguró la camisa, evitando que se cayeran las nueces antes de llegar a su casa y se volvio hacia Manolo_ A la tarde nos vemos en el futbolin.

La madre de Laureano tenía preparada la comida del mediodia. Laureano, su hermana y Laureano padre se sentaron a la mesa mientras que la madre colocaba, los platos con la comida.

– Esta tarde marcharé hasta “Braledo” _Comentó Laureano padre_ Quiero cortar leña porque ya queda poca.

– Papá ¿Estaras mucho tiempo? _Preguntó la hija.

– Estaré toda la tarde. Cortaré toda la leña que se necesita y regresaré antes de que se haga de noche. Mañana por la mañana volveré a “Braledo” para cargarla en el carro y traerla a casa.

Por la tarde, el horadio de la escuela terminaba a las cinco. Al salir de la escuela fueron a jugar al futbolin hasta que se quedaron sin monedas. Después marcharon hasta el bar Brasil y se pegaron al cristal, que permitia ver la televisión desde la acera, para ver los dibujos animados. El día se fué oscureciendo poco a poco mienras que Laureano y su hermana esperaban sentados a que su madre pusiera la cena en la mesa, pero ella miraba por la ventana el camino esperando ver a su marido de vuelta a casa antes de que la noche fuera cerrada.

– Poneros a cenar vosotros dos. Yo esperaré a que vuelva papá.

– Tarda mucho en llegar _Laureano y su hermana se pusieron a cenar en silencio_ Se habrá encontrado con algún amigo y estaran hablando.

– Cuando termineis de cenar os vais a dormir. Yo me quedaré esperando a que venga.

La noche se iba cerrando, Laureano padre tardaba en llegar y la madre, sumida en la desesperación, rezaba con la esperanza de verlo entrar por la puerta, pero nada ocurria. Al amanecer avisó a los vecinos y fueron hasta “Braledo”. Allí lo encontraron en un charco de sangre, con una herida en la cabeza y completamente inmóvil.

– Está muerto _Avisó el vecino que se acercó a él y puso las manos sobre su pecho por ver si le latia el corazón_ Laureano está muerto.

– ¿Te fijaste en la herida? A mi me parece que no fue un accidente.

clip_image002

Sí, me fijé y parece que el agujero es de un tiro de pistola… O el de un pico bien afilado. Es posible que Don Luis, el médico, lo dirá. El caso es… El caso es que… está muerto.

Casa (izq.) donde vivía la familia de Laureano, antes de que, su esposa e hijos emigraran a Barcelona.

Pasaron los dias, los meses, los años y las familias formadas por:

Valentin y su mujer Emilia.

José y Adela con sus tres hijos Manolo, Pepe y Paco.

Maria y Vitoriano con su hija Sagario

Eliserio y Donina con sus dos hijos: Pepe y Manolo y dos hijas: Tere y Esperanza, que emigraron a Barcelona, donde emprendieron una nueva vida formando nuevas familias y organizando sus propias empresas que les permitieron vivir con desahogo y dignidad. Las dos hermanas con sus familias viven en Teruel.

Poco tiempo después La viuda de Laureano, acompañada de su hija y su hijo Laureano emigraron a Barcelona. Y como la desgracia tiende a cebarse con los mas inocentes, su hijo Laureano murio ahogado en la playa de Barcelona, cuando se celebraba la verbena de San Juan. Nunca más volví a saber qué fue de la madre y de la hija.

clip_image004

Emilia Camuñas Potes. (Foto tomada en Cuba)

No vive.

clip_image006

Casa utilizada, durante la guerra, como cuartel en Pereje. Aún existe. Foto tomada el año 2015.

clip_image008

Maria Camuñas Potes y su esposo Vitoriano Mendez.

Tuvieron una hija a la que llamáron Sagrario. Hija y Padre fallecieron en Barcelona. Maria, en fecha 01_09_2017, vive en Barcelona y ha cumplido 90 Años.

clip_image010

Anton Cerezales. Foto tomada en Cantejeira el verano del año 2015

clip_image012

En Cantejeira, Manuel Camuñas (centro), acompañado de Pedro (mano derecha) y Anton Cerezales (mano izquierda) 78 años después del fin de la guerra. Año 2015.

Pedro y Antón son los niños que, junto con Manuel explotaban los cartuchos cuando uno de ellos dejó ciego a Manuel de un ojo.

.

clip_image014

El matrimonio Manuel Lama y Rosaura Vázquez. Padres de Pilar, Adela, Manuel, Carmen y Elisa.

Categorías:CulToral

Deja un comentario